Friday, October 12, 2007

La Mula y Yo


A continuación un cuento que escribí en forma de un mail hace rato, que pienso que todavía puede divertir un poco a Uds:

(English-speaking friends: some folks here encouraged me to post this story, but right now I don’t have time to translate it—that will come later. Sorry…)

Querid@s Amig@s,

Quisiera compartir con Uds. un cuento algo chistoso—algo que me pasó durante una visita al Chocó. No todo debe ser pesado.

El Domingo de los Ramos, fui con un pequeño grupo a visitar la zona del Alto Andágueda, una zona muy remota del Chocó, area de resguardo indígena, donde hay una docena de comunidades de los embera-katío. En marzo, había habido un atropello muy serio de parte del ejército nacional, en que mataron a un niño de 12 añitos e hirieron a varias personas. Parte de la misión fue trabajar con una compañera abogada de derechos humanos, sacando testimonios y hasta haciendo simulacros de los eventos con la gente, yo sacando fotos, por supuesto.

Para llegar a la comunidad de Aguasal, fuimos en carro a un pueblito, Águitas, en el vecino departamento de Risaralda, un viaje de unos 5 horas. Desde ahí, caminamos montaña arriba para la comunidad de Aguasal. Para los que viven en la zona, es normalmente una caminata de 4-5 horas. Para mi, y la abogada, no acostumbrados, nos costó 8 horas—en parte, porque pasamos mucho tiempo luchando con un caballo de lo más perezoso. La Liliana empezó montada, y pasó la mayor parte de la caminata así, pero a veces tuvimos que jalarlo, empujarlo, y no sé que más. Yo monté por el recto final.

Me sentí algo mal, pues culpable; a uno le cae mal sentirse carga a los compañeros. Ellos me dijeron que no, que no me preocupara, pero lo que realmente me convenció fue cuando una compañera que ya está trabajando en Aguasal, una hermana religiosa más joven (aún más joven) que yo, me dijo, “No Steve, la verdad es que cuando subí por primera vez hace un año, por poco no llego. En medio camino estaba acabada, quería volver, no creía que jamás iba a llegar. Pero ya, después de un año de bajar y subir cada quince días, lo hago en cuatro o cinco horas.”

Pues, pasé el lunes y martes trabajando—sacando fotos en la comunidad, conociendo a mucha gente, trabajando con Liliana. Todo bien. Pero el miércoles vino lo que va a motivar el cuento “algo chistoso” (no se asusten, llegaré). Teníamos planeado unas salidas en dos grupos más pequeños para comunidades más arriba, pero amanecí enfermo. No les aburro con detalles, al volver a Quibdó consulté una medico de mucha confianza que me dijo, “Steve, te deshidrataste profundamente.”

“Pero Pilar, anduve tomando mucha agua y gaseosas en las comunidades.”

“Sí, quiere decir que te repusiste líquidos y energía, pero no te repusiste electrolitos.”

El resultado fue que perdí el miércoles y una parte del jueves. El viernes volví a trabajar, aunque con una flojera corporal notable, y el sábado estuve ya trabajando. El domingo (la Pascua) bajábamos. Nuestro responsable, el P. Chucho (el apodo por Jesús en Colombia) me dijo, “Steve, te vas a bajar montado en bestia.” Traté de discutir, diciendo que ya tenía fuerza, pero insistió, y creo que con razón.

Ya llegamos al tema. Un arriero—Benjamín—llegó temprano con dos mulas, una para los bultos y otro con montura para su humilde servidor. Hasta allí, bien. El problema fue que esa mula, terca como son de fama, no me quería para nada. Salimos bien de la comunidad, pero al acercarnos a la primera quebrada, a unos 50 metros, se puso los frenos. Ni yo ni Benjamín podía moverla. Bien. Desmonté y crucé jalándola por la soga que servía de cabestro y rienda.

Al otro lado de la quebrada, estaba un poco más dispuesta a cargarme, aunque con evidentes malas ganas. A ratos me hizo caso en cuanto a la caminata, otras veces me hizo caso omiso.

Lo chistoso fue que hubo una competencia entre las dos mulas. Cada una quería estar adelante todo el tiempo. Fue cosa seria para ellas, trataron de ganarse una a la otra, de adelantarse cada vez que se les presentó oportunidad, pues una competencia de verdad. Cada vez que pasamos por una comunidad, que quiere decir cada vez que el camino se amplió, empezaronn a galopar, en una carrera para ganar antes de entrar de nuevo al camino estrecho.

(Hubo momento en que cruzamos una comunidad más grande, Cevedé. Jueves Santo, Viernes y Sábado Santo, y sobre todo la Pascua son en esas comunidades días de borrachera. En Cevedé, aunque no hubiera pasado las 9 o 10 de la mañana, todo el pueblo estaba borracho, la gran mayoría “bailando” en el centro comunitario. Salieron unos jóvenes, y al mirarme a mí caminando al lado de la mula, uno dice, “Déjeme montar su bestia.” Lo único que faltaba fue que un borracho montase la mula, pues le dije que mejor no. Empieza a gritar, “Mala GENTE! Hijo de PUTA!” De hecho, no me gusta meterme con borrachos…)

Bueno, como decía, cuando estaba adelante, la mula mía estaba más contenta y más o menos me hacía caso. Benjamín andaba atrás con la otra, y con su hijito. Pero cada vez que la otra adelantó, la mía volvió a ponerse los frenos, y simplemente no caminaba, ni para mi, ni para B. Yo la entendía perfectamente. Decía ella: “¡No!, Así atrás, ¡ni un paso más con este gringo de mierda a mi espalda!”

Cada vez, tuve que desmontar y caminar con ella—y no mucho por que hasta caminar conmigo en aquellas condiciones le cayó mal—hasta que B. pudiera adelantar, coger la otra, y mantenerla pa’ que yo pasara y volviera a montar.

Eso pasó varias veces, además de las veces que tenía que desmontar porque la bendita mula no iba a cruzar una quebrada conmigo, o porque simplemente se aburría de cargarme.

Finalmente llegamos salvo y sano a Águitas. Hoy me doy cuenta que nunca conocí el nombre de la mula. ¿Acaso el problema fue falta de cortesía de parte mía?


Muchos saludos,

Steve

PD. Dentro de poco, espero subir más fotos a pbase, incluyendo imágenes del Alto Andágueda. Mientras tanto, adjunto una fotica de la mula, que claramente me está diciendo, “¡Olvídatelo, gringo! ¡deja de joderme!”



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